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Ponzinibbio fue a saludar a la selección olímpica de básquet y tuvo un cruce con Campazzo

El luchador argentino de UFC visitó al equipo que competirá en los Juegos Olímpicos de Tokio.

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Santiago Ponzinibbio llega al comedor del hotel donde concentra a la Selección olímpica de básquet en Las Vegas y no le cuesta ni un minuto cautivar a todos con su forma de ser. Desinhibido y descontracturado, el pibe platense de barrio que ahora es una estrella de la UFC a nivel mundial se presenta y es aplaudido por todos los jugadores.

“¿Cómo están, muchachos? Qué bueno que pude venir a conocerlos, me encanta poder estar acá… Yo viví mucho tiempo afuera y encontrarme con compatriotas, tan lejos de casa, me hace bien”, les cuenta tras saludar a cada integrante del plantel. No tan alto (1m70), sobre todo al lado de nuestros jugadores, pero muy morrudo y con un físico tallado, se para frente a todos y no para de hablar preguntar y responder, con una energía desbordante. Se saca el barbijo pero enseguida tranquiliza a todos. “Ya me hice varios PCR en la semana, todos negativos. Me tienen muy controlado porque trabajo en la transmisión de ESPN para la pelea de McGregor-Poirier. Si quieren se los muestro…”, tira, en una de las primeras reacciones que sorprende al grupo.

“Nos estamos preparando, pero no tan bien como vos”, le responde Facundo Campazzo, quien rápidamente entiende la onda del visitante y toma la voz del grupo, cuando recibe la pregunta de Ponzinibbio sobre el trabajo del seleccionado en Las Vegas. “¿Vos peleás en la velada?”, consulta el base y el luchador explica por qué no, con una locuacidad que impacta. “Vine a comentar la pelea porque aún me estoy recuperando de la batalla de hace un mes. Fue una guerra, nos matamos… Se dijo, incluso, que fue unas de las mejores peleas del año”, inicia y se mete en los detalles de su triunfo ante Michael Baeza, el 5 de junio, en la velada UFC 28 en Vegas.

“Yo comencé a moverme un poco, porque soy bueno en boxeo, vieron, pero me empecé a patinar, el rival me empezó a pegar patadas en las piernas y no podía salir… Cuando terminó el round, tuve que hacer un cambio. Vieron que en el alto rendimiento son segundos, hay que hacerel click… Dejé de moverme y hacerme el técnico, y por dentro dije ‘acá hay que poner los huevos argentinos’. Y bueno, nos matamos a piñas pero ganamos por puntos, 29-28”, relata y así recibe la ovación de todos.

El diálogo, entonces, vuelve al básquet y Ponzinibbio quiere saber lo importantes que son estos amistosos antes de viajar a Tokio. “Son duros, ¿no? Sobre todo Estados Unidos, imagino. Siempre es lindo jugar contra el mejor, ir jugando para competir y agarrar el timming”, supone mientras todos asienten. Le responden cuándo es el debut olímpico (26, ante Eslovenia) y Campazzo le cuenta que el equipo tiene una sorpresa para él. “Te firmamos este camiseta”, le cuenta y él reacciona como un nene. “Noooo, mirá que bueno, me firmaron la camiseta”, grita. Y vuelve a sorprender. “Me la pongo ya, hoy salgo con esta”, explica luego de calzarse la celeste y blanca y empezara saltar y tirar unos puños al aire, en típica acción de boxeador.

Todos entran en confianza y alguien tira, en broma, el nombre de un jugador que puede desafiar al peleador. “Dale, Taya, animate”, se escucha mientras Gallizzi, musculoso y rocoso pivote, se ríe y gana el medio de la ronda. “Yo hincho por por McGregor, eh”, avisa, sabiendo que Santi se entrena con Poirier y había dicho que ganaría él. Ponzinibbio entiende el show, como buen luchador. “Un cara a cara”, tira. Y pone cara de malo, como en los pesajes en los que quiere intimidar al rival. Todos se ríen. El pivote de 2m06 se para, mirando hacia abajo, y hacen la clásica foto. “Menos mal que juega al básquet”, bromea Ponzinibbio, 36 centímetros más bajo.

Alguien, entonces, torea a que Campazzo para que se anime al cara a cara. Y la estrella va al encuentro, pero no puede sostener la mirada… Cierra los ojos y, como pibe ocurrente que es, mira la cámara (ver video) y hace la seña de agitar una bandera (blanca), como de rendición. Ponzinibbio lo sorprende, va a su espalda y lo toma del cuello con su brazo. “Esto es un choke. Te dejo sin aire y te dormís en un segundo, a veces ni te das cuenta”, explica sobre esa llave tan usada en UFC que permite ganar por nocaut luego de soltarlo y de que nuestra figura respirara.

La charla llega a su fin. Santi agradece nuevamente la oportunidad, saluda a todos y se va. Un momento distinto que dejó a todos buscando sus peleas en Youtube y preguntando sobre la historia de este luchador que, como muchos de los jugadores del equipo, se hizo de abajo y llegó a la cima. En la noche del sábado, además, divirtió a toda la Selección.

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